lunes, 24 de mayo de 2010

"La catedral del mar", de Ildefonso Falcones


“La catedral del mar”, la ópera prima del abogado Ildefonso Falcones, parece enmarcarse dentro de ese género denominado como “folletín histórico”, que tan en auge está hoy en día. En efecto, se trata de una historia perfectamente preparada para agradar a todos los públicos, al mismo tiempo que se sirve de una bien documentada base histórica para mostrar la realidad de una época concreta. Asistimos, de la mano de unos personajes bien dibujados de manera que el lector se encariñe con ellos, a la construcción de la magnífica catedral de Santa María de la Mar como punto de partida para mostrar un escenario en el que se entremezclan los aspectos más significativos de la Baja Edad Media.

Se trata de una novela, como se ha dicho, hecha para gustar al mismo tiempo que sirve para “ver” literariamente una época histórica ya pasada. Los personajes, las situaciones, el ambiente… todo es efectista, todo está ahí para tocar los sentimientos más profundos del lector y conseguir que, gracias a ello, la novela sea un éxito de ventas. Parece que no les ha ido mal: “La catedral del mar” ha sido uno de los éxitos literarios más grandes de los últimos años, gracias a esa sabia combinación de sensibilidad, efectismo, márketing y una gran labor de documentación.


Pero… ¿se trata de un mal libro? En absoluto. El hecho de que se utilicen manidos efectos literarios para atraer al lector no implica que la prosa pierda calidad, aunque es cierto que puede resultar decepcionante para el lector que prefiera algo más complejo y menos maniqueo. Puede que este sea el punto más criticable de esta novela: su maniqueísmo. Los personajes resultan planos o con poca profundidad psicológica, creados expresamente para que el lector se sienta identificado con los “buenos” y odie a los “malos”. El personaje principal, Arnau Estanyol, encarna los valores propios de una persona del siglo XXI: está en contra de la esclavitud y de las malas condiciones de los siervos de la tierra, no impone su voluntad a las mujeres que la rodean (salvo una excepción hecha a su ahijada, y sólo forzado por las circunstancias), trata a cristianos, musulmanes y judíos como a iguales… ¿No es poco creíble? ¿No es, como se ha hecho desde siempre, de la enésima encarnación del arquetipo de héroe? En mi opinión, se trata del perfecto golpe de efecto para enganchar al lector y conseguir que se identifique con tan noble personaje; el más claro ejemplo de ello es que la novela deja buen sabor de boca porque acaba exactamente como desea el lector, con Arnau maduro y feliz, rodeado de sus seres queridos. Esos que ha estado perdiendo casi desde el principio de la novela.

La prosa es sencilla de seguir, sin gran lugar a piruetas literarias y con un lenguaje simple, prácticamente periodístico. No hay lugar para flashback ni tramas complejas, ni para el seguimiento de distintos personajes a lo largo de la novela. Esta puede ser la razón por la que los personajes no tengan una gran profundidad psicológica: el escritor no les deja.

En conclusión, se trata de una novela perfecta para leer en un momento relajado, cuando se prefiere algo ligero y que nos ayude a evadirnos. Cada capítulo es una sucesión de hechos impactantes que mantienen en vilo al lector, casi como quien ve una película. Al mismo tiempo muestra un detalladísimo retrato de la sociedad barcelonesa de la época, si bien puede criticarse al escritor cierto exacerbado “catalanismo”: pocas menciones hay al Reino de Aragón. “La catedral del mar” es, pues, el perfecto best-seller sentimental que al mismo tiempo gustará a los amantes de la novela histórica. A mí, personalmente, me enganchó. A veces, hay que dejar de lado las pretensiones de leer una obra compleja y con una prosa delicadamente cuidada, y lanzarnos a una novela creada justamente para entretener… y “La catedral del mar” lo consigue.

1 comentario:

  1. Quería añadir que la novela ha sido todo un éxito internacional.
    Ya van dos críticas en este blog y las dos de novelas históricas... ¡interesante!

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